La gastronomía tradicional torreña es eminentemente
casera y está muy vinculada a la gastronomía de la provincia, guardando
estrecha relación con los ciclos estacionales y festivos, y por supuesto con
los productos más típicos de la zona, indiscutiblemente el aceite de oliva y la
aceituna, si bien también pueden señalarse otros con un papel más secundario,
como son los productos de la huerta, los cereales, las legumbres, la caza
menor, las aves de corral, el cerdo o el conejo. En sus fértiles tierras se producen
todo tipo de hortalizas destacando el espárrago blanco y los pimientos del
piquillo por su repercusión nacional.
Junto a los platos
tradicionales conviven otros influidos por la cocina islámica, como las gachas,
las migas, el gazpacho, el ajo blanco, los andrajos, la pipirrana o los roscos
de anís. Aparecen algunos de ascendencia minera como las patatas con pimentón,
patatas con bacalao, o el remojón a base de ensalada de naranjas, bacalao,
aceitunas, cebolleta y aceite de oliva, y otros tal vez procedentes de los
pastores trashumantes de las tierras de Soria como el "perolo", a
base de castañas, matalahúva y ciruelas pasas.
La comida
tradicional de los torreños, gente eminentemente agrícola, estaba compuesta por
un desayuno de “gachamiga”, guiso elaborado con harina, patatas y aceite de
oliva. Del mediodía, según la temporada, eran propias las “pipirranas” o los
“gazpachos” que se solían tomar a pie de tajo. Para la tarde-noche, cuando se
retornaba a casa, se elaboraba un guiso a base de tocino y las sobras de varios
días, que una vez frito y aderezado con tomate, daba lugar a la denominada
“ropa vieja”. En las grandes celebraciones sociales, como las bodas de antaño,
se agasajaba a los invitados con “pollo en pepitoria” y su caldo era conocido
por los torreños como “sopa de boda”.
En la actualidad, aunque cada
vez menos, se sigue llevando a cabo la tradicional matanza del cerdo, de donde
se obtiene chorizo, morcilla, butifarra, salchichón, jamón o lomo de orza. Se
suelen adobar las costillas y la papada, conservándose en manteca para ser
consumidos durante todo el año.
Propio de los guisos de
Semana Santa es el bacalao, que puede prepararse frito, en albóndigas o
encebollado. Durante estas fechas se degustan también las “tortas dormidas”,
llamadas así por dejarse reposar su masa durante un día entero hasta que la
levadura, al fermentar, las hacía “despertar”. También nos encontramos con los
“hornazos” –masa de pan cocida que lleva en su interior un huevo duro– y los
“ochíos”, elaborados con la misma masa de los hornazos a la que se le añade
azúcar.
De la repostería tradicional
torreña son dignas de mención las “tortas de bizcochos”, las “magdalenas
caseras”, los llamados “mostachones” o un antiguo dulce en el que se adivinan
raíces moriscas como es el caso del llamado “bizcocho cuajado”, que cuenta
entre sus ingredientes con almendras, huevo y azúcar.
Son, por tanto, platos
típicos de Torreblascopedro las aceitunas (aliñadas de diferentes maneras), el
ajo blanco, el ajillo inglés, los andrajos, el bacalao, las gachas duras o
blandas, las gachas tortas, el gazpacho, las habas con jamón o mareadas, el
lomo de orza o en adobo, las migas de pan o de harina, el morococo o cocido
mareao, las pipirranas...
Son postres típicos las
flores, los mostachones, los parpajotes, los ochíos, las tortas de “masaceite”
con matalahúva, los hornazos, las magdalenas caseras, las tortas de bizcocho...